CALIFORNIA - Ocho reclusos en el corredor de la muerte de California han muerto en la prisión estatal de San Quintín por aparentes complicaciones del coronavirus, dijeron el miércoles funcionarios sobre el mayor brote de COVID-19 en una prisión del estado.
Las autoridades dijeron que John M. Beames, de 67 años, falleció el pasado martes 21 de julio en un hospital fuera de la prisión, y según las autoridades, el virus del COVID-19 pudo haber sido la causa. Sin embargo, las razones exactas serán determinadas por el forense.
Beames fue condenado a muerte en el condado de Tulare en 1995 por el asesinato, tortura y otros delitos que involucraron a una niña de 15 meses.
Según una decisión de la Corte Suprema del estado que confirmó su condena y sentencia, Beames vivía con una mujer y sus dos hijos, incluida la víctima Cassie McMains.
La víctima murió desangrada en 1994, y según los investigadores, su hígado fue golpeado tan fuerte que se dividió casi a la mitad.
Los expertos médicos que participaron en el juicio dijeron que la menor había sufrido numerosas lesiones durante semanas antes de su muerte, incluyendo quemaduras, huesos rotos, ojos negros y marcas de ligaduras.
Los abogados defensores argumentaron que la niña padecía de una rara enfermedad de huesos quebradizos, y que sus quemaduras y la lesión que le causó la muerte fueron accidentales, y que Beames la alimentaba y la vestía.
Hasta el momento ha habido un total de 14 muertes relacionadas con virus en la prisión al norte de San Francisco, donde hay 717 presos condenados en el corredor de la muerte.
Actualmente, San Quintín tiene 860 casos de virus activos, más del triple que en cualquier otra prisión. Cerca de 1,200 reclusos se han recuperado.