WASHINGTON - La aspirante a la nominación presidencial republicana, Nikki Haley, lanzó este miércoles un aviso velado al expresidente Donad Trump de que hay que dejar atrás "las ideas obsoletas"; se mostró muy crítica con la gestión del mandatario actual, Joe Biden, y afirmó que el país no es racista.
Haley celebró este miércoles su primer mitin de campaña en Charleston, Carolina del Sur, después de que la víspera anunciara formalmente en un video su intención de presentarse a la nominación republicana a la presidencia ara los comicios de 2024.
"Estoy ante ustedes como hija de inmigrantes, como esposa orgullosa de un veterano de combate y como madre de dos niños maravillosos. He servido como gobernadora del gran estado de Carolina del Sur, como embajadora de Estados Unidos ante la ONU y, sobre todo, como una ciudadana estadounidense agradecida", dijo.
FUE EMBAJADORA DE EEUU ANTE LA ONU DURANTE EL GOBIERNO DE TRUMP
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Haley afirmó que los mejores días del país están por venir si los estadounidenses se unen y luchan para salvarlo: "Por un Estados Unidos fuerte, por un EEUU orgulloso, me presento a la presidencia", señaló.
La política inició su discurso hablando del futuro y de las nuevas generaciones en lo que pareció una indirecta a Trump, que anticipó en noviembre su intención de postularse a la nominación republicana.
"Estamos preparados -señaló-, para dejar atrás ideas obsoletas y los nombres descoloridos del pasado. Estamos más que preparados para una nueva generación que nos lleve al futuro. Vengo aquí hoy con una visión de ese futuro".
En su alocución, Haley echó mano del libreto típico de los republicanos para criticar las políticas de Biden, que tachó de "socialistas" y "comunistas", y para alertar de los supuestos peligros de la migración irregular, aunque ella es hija de migrantes indios instalados en Carolina del Sur.
Pese a reconocer que "no siempre fue fácil", apuntó que sus padres le recordaban a diario a ella y a sus hermanos que incluso en el peor día siempre eran "dichosos" de vivir en EEUU.
Aun sí, advirtió que las cosas han cambiado y que ahora EEUU se está "desmoronando" con Biden: "Tenemos a demasiadas familias pagando demasiado por la comida, a muchas madres buscando desesperadamente leche para bebés, a muchos niños quedándose atrás en el colegio..."
Consideró que hay "demasiados" delitos y drogas y "muy pocos" policías y agentes de la patrulla fronteriza, utilizando de nuevo una serie de argumentos clásicos de los republicanos a la hora de apelar a su base de votantes.
Haley aseguró que bajo la administración de Biden y Harris el "auto-odio" está barriendo el país, tanto en las escuelas, como en las empresas o el gobierno.
"Cada día se nos dice que EEUU tiene defectos, está podrido y lleno de odio. Joe y Kamala dicen incluso que EEUU es racista. Nada puede estar más lejos de la verdad", remarcó Haley, quien se puso como ejemplo como la primera mujer gobernadora de una minoría en la historia del país y a sus padres.
"Estados Unidos no es un país racista", zanjó.
Por otro lado, criticó el gasto federal y el aumento del techo de deuda, del que acusó algGobierno de Biden por adoptar el "socialismo".
Para ilustrar los males del socialismo, recordó cuando era embajadora de EEUU ante la ONU y visitó el puente internacional Simón Bolívar, que une Colombia con Venezuela. Allí dijo que vio a "cientos de venezolanos" con sus bebés bajo el sol esperando "durante horas" para lograr alimentos. "Habían matado a animales en el zoológico para comer".
"Estaban huyendo del socialismo y anhelando la libertad", indicó Haley, quien también habló de la situación en la frontera sur de EE.UU., donde abogó por detener "la migración ilegal" y la entrada de drogas.
"Los negocios deben contratar a estadounidenses, no a ilegales", indicó.
Sobre política exterior, remarcó que EEUU tiene que permanecer con sus aliados, desde Israel a Ucrania, y plantarse frente a enemigos como Irán, Rusia o China.
Su intervención fue precedida por una serie de oradores entre los que estuvo Cindy Warmbier, madre de Otto Warmbier, el estudiante de EEUU que falleció en 2017 tras ser devuelto a su país en estado comatoso después de estar detenido en Corea del Norte 17 meses.