LONDRES— Para muchas personas en todo el mundo, la palabra corgi está vinculada a la reina Isabel II, que tras su fallecimiento, dejó a sus adorables perritos huérfanos. Ahora las interrogantes se dirigen hacia quiénes cuidarán de estas mascotas reales.
La princesa Diana una vez los llamó una "alfombra en movimiento" siempre al lado de su suegra. Pequeños perros esponjosos con un ladrido agudo, los corgis fueron los compañeros constantes de la difunta reina desde que era una niña. Ella fue dueña de casi 30 a lo largo de su vida y disfrutaron de una vida de privilegios digna de un integrante de la familia real.
La muerte de Isabel II la semana pasada ha despertado la preocupación pública sobre quién cuidará de sus amados perros. Algunos especulan que serán enviados a vivir con otros miembros de la familia real, mientras que otros dicen que esta tarea podría encomendarse al personal del palacio.
“Una de las cosas intrigantes que la gente se pregunta en el funeral es si un corgi estará presente”, dijo Robert Lacey, historiador real y autor de “Majesty: Elizabeth II and the House of Windsor”. “Los mejores amigos de la reina. Eran corgis, estas bestias malhumoradas de patas cortas con un ladrido que no atrae a muchas personas en Gran Bretaña, pero que fue absolutamente crucial para la Reina”.
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1933: COMIENZOS DE UN AMOR HACIA LOS CORGIS
El amor de Isabel II por los corgis comenzó en 1933 cuando su padre, el rey Jorge VI, trajo a casa un corgi galés de Pembroke al que llamaron Dookie. Las imágenes de una joven Isabel paseando al perro fuera de su lujosa casa en Londres serían las primeras entre muchas en aparecer a lo largo de las décadas.
Cuando tenía 18 años le dieron otro y lo llamaron Susan, el primero de una larga lista de corgis por venir. Más tarde hubo dorgis, un cruce de dachshund y corgi, propiedad de la reina. Eventualmente llegaron a acompañarla en apariciones públicas y se convirtieron en parte de su personalidad.
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A lo largo de los 70 años de Isabel en el trono, los corgis estuvieron a su lado, acompañándola en giras oficiales, supuestamente durmiendo en su propia habitación en el Palacio de Buckingham con cambios diarios de sábanas y ocasionalmente mordiendo los tobillos de algún visitante o miembro de la familia real. Tres de ellos incluso aparecieron junto a la reina mientras subía al helicóptero de espera de James Bond en el video de parodia que inauguró los Juegos Olímpicos de Verano de 2012 en Londres.
La autora británica Penny Junor documentó sus vidas enérgicas en una biografía de 2018 "All the Queen's Corgis". Ella escribe que Isabel paseaba y alimentaba a los perros, elegía sus nombres y cuando morían, los enterraba con placas individuales. El cuidado de los corgis había recaído en gran medida en la modista y asistente de confianza de la reina, Angela Kelly, y su paje Paul Whybrew.
Los corgis también estuvieron presentes cuando la reina dio la bienvenida a los visitantes en el palacio, incluidos distinguidos estadistas y funcionarios. Cuando la conversación se calmaba, Isabel a menudo volvía su atención a sus perros para llenar el silencio.
“También estaba preocupada por lo que les sucedería a sus perros cuando ella ya no esté”, escribió Junor, y señaló que algunos miembros de la familia real no compartían su afición por los corgis.
Después de la muerte de su corgi Willow en 2018, se informó que la reina no tendría más perros.
Pero eso cambió durante la enfermedad de su difunto esposo, el Príncipe Felipe, quien murió en 2021 a los 99 años. Una vez más recurrió a sus amados corgis en busca de consuelo. Según los informes, en lo que habría sido el cumpleaños número 100 de Philip el año pasado, la reina recibió otro perro. Ahora la pregunta es: ¿quién se quedara con sus perritos?